lunes, 12 de agosto de 2013
Llovizna
Lo único que recuerdo de aquel día son tus ojos bajo la llovizna, y cómo tu cabello escurría lo que para mí eran gotas de miel, que hubiera secado una a una en tu cuerpo si así me lo hubieras pedido. Hoy llueve ligerito, justo como aquél día, y aunque en realidad sé que no tienes nada que ver con la delgadez y la frialdad del agua, cada vez que desde aquí, desde mi sofá y desde mi corazón veo hacia afuera, lo único que veo es a ti. ¿Tú sabes en qué momento ocurrió? Porque yo no. Y mientras cuento –absurdamente, lo sé-, las gotas pegadas a la ventana, que son como testigos de mi nostalgia por ti, fantaseo que sientes lo mismo, y que me imaginas bañada no por la llovizna, sino por tu humedad. Siempre me pareció que al verme pensabas eso. Pero tal vez sólo me lo pareció. Últimamente la cabeza juega con mis percepciones, tú disculparás. Sólo una pregunta quisiera hacerte: ¿Cómo puedes permanecer tan lejos cuando sabes que me tienes?
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